08/12/2020

La co-alcaldesa de Utrecht, Linda Voortman, se une a la co-presidencia de la CISDPDH: Un liderazgo renovado en la agenda sobre derechos humanos e igualdad

Linda Voortman ha sido la co-alcaldesa de Utrecht sobre asuntos sociales, diversidad y organización municipal desde 2018. Desde esta posición, ha decidido unirse a la co-presidencia de la Comisión Inclusión Social, Democracia Participativa y Derechos Humanos de CGLU este 2020. Como ex miembro del Parlamento holandés y sindicalista por la FNV, Voortman aportará a la Comisión su rica experiencia y su liderazgo en la construcción de la agenda colectiva sobre temas sociales, por la igualdad y por los derechos humanos. En esta entrevista damos a conocer algunas iniciativas locales puestas en marcha en Utrecht en estos ámbitos , así como el punto de vista de la co-presidenta Linda Voortman sobre los próximos horizontes de la Comisión y el trabajo en red sobre ciudades de derechos humanos.


P1. En los últimos años, Utrecht ha acogido procesos de innovación política local relevantes en materia de derechos humanos. Cuéntenos más sobre estas iniciativas y por qué cree que es significativo que los gobiernos locales integren este enfoque en su trabajo diario.

Si cambias la política nacional por el gobierno local, como hice hace 3 años, te das cuenta rápido del valor y la variedad de iniciativas locales y comunitarias que existen en nuestras ciudades. También de la energía y la creatividad que la gente dedica a estos proyectos. En Utrecht hay una larga tradición de políticas sociales, pero también en el campo de la sostenibilidad, incluyendo nuestra política sobre ciclismo.

También destaca la forma en que involucramos a la población en esas acciones. A pesar de que en Utrecht no hablamos todos los días explícitamente en términos de derechos humanos, sí que hemos generado una cultura local y una fuerte conciencia al respeto, que establece puentes entre lo internacional y nuestro rol como comunidad local.

A veces es particularmente importante que hablemos específicamente en términos de derechos humanos. Un ejemplo notable es la iniciativa “Bed, Bath and Bread” (Cama, baño y pan), en la que nuestra ciudad ofrece refugio a personas migrantes irregulares sin acceso garantizado a estos derechos básicos.

Sobre este tema, nuestra ciudad junto a otras inició un proceso judicial en el Comité Europeo de Derechos Sociales para defender nuestro derecho a prestar este servicio contra una decisión del Estado holandés (que finalmente ganamos). Gracias a la cooperación y confianza con entidades locales, nos es más fácil proporcionar refugio, atención médica y espacios seguros.

Otro caso parecido es el establecimiento del Plan Einstein: proyecto financiado por la Unión Europea que plantea un enfoque innovador a la integración de personas refugiadas. Estas personas viven junto con jóvenes locales y residentes en un mismo edificio, en Plan Einstein. Junto a los miembros del vecindario, se organizan cursos de emprendeduría, inglés... Esto refuerza el sentido de convivencia y oportunidades futuras de inclusión.

Lo que es llamativo de Utrecht es el nivel y cantidad de iniciativas surgidas gracias a este sentimiento de conciencia local y colectivo del que hablaba. Hay iniciativas sobre participación de la infancia y la juventud, la comunidad LGTBI, la lucha contra la pobreza, la estigmatización y la discriminación o la renovación de las nociones de “ingresos, trabajo y desempleo”. Lo que también me queda claro es que la realización de los derechos humanos es un desafío permanente: no hay ninguna ciudad de derechos humanos que esté lista con su trabajo. No hay razón para cerrar nuestro horizonte de ambiciones.

P2. Mediante su participación en eventos de la CISDPDH, usted mencionó cómo las ciudades de derechos humanos lideran procesos de innovación política relevantes a escala global. ¿Qué mensajes cree que puede transmitir el movimiento tanto en términos de acción local como de capacidad de acción colectiva?

Hay muchos lemas que las ciudades usan para contar su historia: Ciudades inteligentes, Ciudades saludables, Ciudades sin miedo, Ciudades anti-rumores, Ciudades interculturales, Ciudades contra el racismo, Ciudades de refugio, Ciudades por los derechos digitales... Lo que hace especial al de las “Ciudades de derechos humanos” es que simboliza un proceso con mucha historia, donde se territorializaron criterios internacionales para construir una sociedad digna y justa. Nos ayuda a examinar la realidad social y proporciona un instrumento para introducir cambios concretos. Es un lenguaje con el que podemos entendernos globalmente, dónde buscar dónde y cómo hacer mejor las cosas. Y es muy alentador ver que cada vez más municipios lo utilicen.

El marco internacional de los derechos humanos puede permitir a las ciudades seguir su propio camino. Lo vemos en la forma en que estas reciben y acogen personas refugiadas, promueven políticas de vivienda digna o defienden el derecho a que las persones LGTBI vivan una existencia abierta y segura. En este contexto es donde resulta de suma importancia que estas se apoyen unas a otras. Como parte de un movimiento. A veces puede ser difícil dar ejemplos de cómo las ciudades defienden los derechos humanos por sí mismas. Sin embargo, resulta fácil identificar como los derechos humanos generan procesos de apoyo mutuo y fomentan la innovación local: desafiando e inspirando.

P3. En la medida que ya se ha ido familiarizando con el trabajo desarrollado en años previos ¿Por qué cree que el trabajo en red alrededor de la CGLU-CISDPDH es relevante y cuáles cree que deberían ser sus próximas prioridades?

CGLU y la CISDPDH tienen una larga tradición de estímulo de la innovación social local. Proporcionan una plataforma que reúne conocimiento, experiencia y capacidad de acción colectiva desde la cual las ciudades pueden construir sus estrategias. En este sentido, el proceso abierto por el Consejo de Derechos Humanos y la OACNUDH con la Resolución A/HRC/RES/45/7 puede ser de gran importancia.

Creo que nos estamos convirtiendo en un interlocutor organizado. Este hecho nos obliga a organizarnos mejor, a involucrar a más líderes y lideresas locales y a establecer objetivos colectivos más claros. Y a tener en cuenta hacia dónde queremos ir: a lo que nosotros, como Comisión, queremos contribuir. La Agenda 2030 es un punto importante en el horizonte y, por lo tanto, también para los planes futuros de nuestro movimiento.

Mirando hacia 2030, podremos a evaluarnos en base a tres criterios principales. Primero, ver si hemos logrado desarrollar una especie de proceso de acreditación con el que la noción de “Ciudad de los Derechos Humanos” se haya convertido en un título serio, basado en un marco reconocido de compromisos. En segundo lugar, ver si logramos aumentar sustancialmente el número de ciudades que trabajan explícitamente esta noción.

¿Podríamos pasar de 100 ciudades de derechos humanos en 2020 a 1000 ciudades en 2030? En tercer lugar, asegurarnos de que hemos sido capaces de profesionalizar el apoyo prestado a ciudades que inician este proceso a escala internacional. Esto podría incluir la movilización de fondos y la garantía de que haya una plataforma en la que se pongan a disposición conocimientos, experiencia, educación y apoyo mutuo.